NATALIA MENÉNDEZ PROFESORA Y POETA, En ocasiones los americanos no dejan de sorprendernos. Ahora resulta que Eric Bolling, analista financiero en el programa de televisión de la Fox Follow de Money, acusa a los Teleñecos de formar parte de una conspiración liberal para lavar el cerebro a los más pequeños con ideas anticapitalistas. Su empecinamiento parece el regreso al macartismo, cuando se pretendía rascar en cualquier parte y encontrar bajo esa superficie algún indicio de comunismo que dañase la estabilidad de la política americana.
El motivo que ha llevado a Bolling a afirmar que los Teleñecos podrían estar adoctrinando a los niños americanos, es que el villano de la nueva película de los protagonistas de Barrio Sésamo es un ambicioso magnate que, tras descubrir que bajo el teatro de los Teleñecos se encuentra un yacimiento petrolífero, quiere demoler el edificio en beneficio de su propio negocio.
Esta historia me ha hecho recordar una de las series más influyentes de mi infancia, «Verano Azul», cuando en un argumento de connotaciones similares, unos desaprensivos empresarios del ladrillo querían desalojar el barco de Chanquete para construir en su solar unos flamantes bloques de apartamentos. ¿Influyó en mi generación la resistencia ante la especulación inmobiliaria de aquellos jóvenes en Nerja defendiendo «La Dorada» al ritmo del «No nos moverán».
Pues no crean que los americanos son los únicos preocupados por la manipulación de los más pequeños. Hace poco que el francés Antoine Buénoto calificaba la sociedad de los pitufos, creada por el dibujante belga Peyo, como totalitaria y plagada de ideas nazis y estalinistas, ya que la única fémina del poblado pitufo (Pitufina), coincide con el perfil ideal de belleza aria; el líder del poblado (Papá Pitufo), que lleva un gorro sospechosamente rojo, se parece a Stalin; y el malvado villano enemigo de los pitufos (Gargamel) parece la caricatura de un judío. Cuando el autor del libro que recoge estas teorías fue entrevistado por un conocido diario francés, recordó que no era el primero que había visto ciertas intenciones ocultas en estas criaturas azules, ya que un crítico americano había sospechado con anterioridad que los pitufos podrían formar parte de una campaña de propaganda comunista, y que la palabra inglesa para designar a los pitufos (Smurfs), podría ser el acrónimo de «Small Men Under Red Forces» (Pequeños hombres bajo fuerzas rojas).
Recordemos, además, la polémica que rodeó a los británicos Teletubbies, que según una alta funcionaria polaca promovían un estilo de vida homosexual, algo, por lo visto, perjudicial para los pequeños televidentes. ¿Es Tintín homosexual? ¿Es Popeye drogadicto? ¿Que relación hay entre Epi y Blas? ¿Por qué viven juntos? ¿Son sólo amigos? ¿Les importa esto algo a los niños? Dejemos a los niños ser niños, y esperemos que los supuestos expertos, a estas alturas de siglo, dediquen sus especulaciones a asuntos más serios.
Noticia extraída de lne.es
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